Una sesión de primavera

Por fin otro momento en el que disfrutar de un leve respiro y un momento de tranquilidad, eso sí, caña en mano, un día más de primavera, de esos días de tiempo cambiante y caprichoso que tanto le gustan a los basses y tan poco a los pescadores que acudimos a las orillas de nuestros lugares de pesca favoritos por el peligro de que, en cualquier momento, lo que parecía un día cálido y apacible se convierta en un auténtico aguacero del que salir literalmente pasado por agua.
 
Había quedado con un par de amigos, David Sosa y Mario Jiménez, para agotar las últimas horas de un domingo en el que queríamos visitar el embalse de Orellana y que, debido a que la predicción del tiempo no aconsejaba dejar el coche muy alejado del lugar en el que echaríamos unos lances, decidimos pasar en las cercanías del puente que sirve de paso y nexo de unión entre las localidades de Casas de Don Pedro y Talarrubias.
 
Nada más bajarnos del coche y echar una rápida ojeada al cielo, unas negras e intimidatorias nubes se acercaban rápidamente desde todas las direcciones y pudimos observar cómo, de forma inmediata, la sierra que se encontraba frente a nosotros comenzaba a esconderse por completo tras las cortinas de agua que comenzaban a hacerse cada vez más claras y evidentes.
 
Pero unas cuantas gotillas no iban a conseguir amedrentarnos tan fácilmente, así que comenzamos a montar nuestros equipos, optando los tres por probar con vinilos montados al Texas en las proximidades del puente. Nada más caer al fondo el vinilo es Mario el que siente en su caña una picada tan clara y contundente que nos hace presagiar que se trata de un lucio, lo que se confirma tan sólo unos instantes después cuando, por la mezcla de incredulidad y cabreo de la cara de Mario, nos damos cuenta de que la línea sale cortada con la precisión de esos dientes que parecen bisturís.
 
Ante la evidencia de que aquella zona era territorio esócido, optamos por ponernos a caminar y buscar unas orillas cuya pendiente y composición del suelo se adapten más a los gustos y preferencias de los basses durante estos momentos del año y, casi al unísono, una fuerte racha de viento y la oscuridad repentina en el horizonte, nos hacen saber que se acercan esas nubes negras que amenazaban agua.
 
Estos momentos previos a la llegada de las nubes de tormenta suelen suponer siempre un periodo de máxima actividad de los basses, que aprovechan la confusión provocada en el agua por ese repentino cambio de claridad para alimentarse con frenesí de los peces presa que suelen agolparse en los lugares azotados por el viento, ya que, además de un cambio en la tonalidad del agua producida por el oscurecimiento atmosférico y la aparición de partículas en suspensión que oscurecen aún más el agua y dificultan especialmente la visión de los peces más pequeños, el viento transporta hasta dichas zonas cantidades importantes de insectos que caen al agua y otras sustancias que sirven de alimento a los peces pasto.
En estas condiciones la mejor opción para el pescador es utilizar un señuelo rápido y que emita bastantes vibraciones para que sea fácilmente localizable por los depredadores. Hay tres señuelos que, en mi opinión, son los más indicados para estas condiciones, en función de la localización de los peces y el nivel de actividad de los mismos, puesto que aunque en estos momentos aprovecharan sin duda para alimentarse, unas veces preferirán hacerlo en superficie y otras en capas de agua más profundas, y estos son la spinnerbait, el lipless y el buzzer.
En esta ocasión decidí probar con una spinnerbait, más concretamente con la Keitech Custom Spinnerbait en color negra con palas doradas. Este color es, sin duda, una magnífica opción en condiciones de poca visibilidad donde el negro de sus faldillines hace que el contorno del señuelo se marque con mayor facilidad y los destellos dorados se transmiten a mayores distancias que los plateados, haciendo al señuelo más localizable.
Además se trata de una spinnerbait que, debido a la calidad de sus componentes emite una gran cantidad de vibraciones, con lo que en principio parecía la opción más adecuada.
 
Nada más comenzar a utilizarla mi compañero David se encontraba pescando en una postura cercana y puede observar cómo, a unos veinte metros de nuestra posición y a la derecha,  la orilla marcaba una pequeña punta que se introducía en el agua apenas medio metro más que el resto en una zona en la que, aparte de recibir el envite continuo del viento, se salteaban las piedras sueltas con un suelo arenoso y de pendiente moderada. Antes de realizar el lance le comente a David la típica broma de “mira, en este lance te voy a sacar el torpedo” y, ni dicho ni hecho, tras un lace preciso en el que el señuelo pasaba unos metros la postura descrita y dejar que se hundiese durante unos segundos comienzo la recogida cuando, a las pocas vueltas de manivela, algo toma la spinnerbait con una picada tan rápida como potente para salir disparado hacia aguas abiertas, tan espectacular y vertiginosa como tan sólo un gran bass que toma el señuelo con decisión y ganas es capaz de producir.
 
Con la caña arqueada al máximo y la línea tan tensa que sonaba con la vibración producida por la fuerza del bass y el viento que soplaba sin cesar, el bass, tras sentirse prendido y verse incapaz de zafarse del engaño, comienza un rápido e imparable ascenso a la superficie que terminó en un tan espectacular como acrobático salto en el que, al ver romper la superficie a esa auténtica preciosidad tan rechoncha y oscura, hizo que el pelo se me pusiera de punta y la piel de gallina y es que, por mucho que uno tenga recorrido en este mundo de la pesca del bass, cuando se tiene la oportunidad de luchar con un ejemplar ya crecido, pura fuerza y bravura, no puede evitar que la emoción y la adrenalina se disparen en cada salto, movimiento y carrera con los que estos ejemplares nos suelen regalar en la lucha.
 
Una vez en las manos, el bass no era ni mucho menos un enorme ejemplar, pero se encontraba tan sano y fuerte que superó sin problemas los dos kilogramos de peso, tamaño que lo convierte ya en un más que digno rival. Por ello se merecía un par de fotos para el recuerdo, instantáneas en las que no sólo queda patente el recuerdo de ese bonito ejemplar, sino también de forma indirecta las sensaciones que te transmitió su captura y que vuelven a aflorar cuando, con el paso del tiempo, uno vuelve a mirarlas.
 
 
 
 
Tras una hora de un viento que, por momentos, se estaba haciendo bastante molesto, el sol comenzó de nuevo a asomarse tras los nubarrones y, de nuevo, se instauró la calma en una superficie del agua que, por momentos, llego a quedarse tan mansa y quieta como una balsa de aceite. En estas condiciones los peces cambiaron por completo su actividad y dejaron de responder a las presentaciones rápidas, ya que no es tan fácil sorprenderlos cuando pueden observar con detalle todo lo que ocurre alrededor y su afán por comer no es tan desaforado.
 
Llegó entonces el momento de buscarlos más abajo con el vinilo y con presentaciones más lentas y metódicas en el lugar adecuado, en este caso un puntal de tierra bastante marcado que se introducía bastantes metros en el interior del embalse y que daba acceso, por su parte izquierda, a una pequeña recula y, por su parte derecha, caía casi en vertical unos cuantos metros, un lugar ideal donde colocarse para descansar y para disponerse a caer sobre las incautas presas que se aventurasen por allí cuando las condiciones fuesen las idóneas.
 
Tras insistir un buen rato y tras varias capturas de tamaño mediano, de nuevo más nubes que amenazaban con tapar el sol y esta vez durante bastante más tiempo y, como aviso de que la cosa iba a ponerse fea, de nuevo comenzó a levantarse un viento que, por momentos, volvía a rugir y soplar con fuerza haciendo casi imposible poder presentar el vinilo de forma adecuada. La situación había cambiar de nuevo y nos tocaba a nosotros cambiar ficha. Decidimos volver de nuevo a la spinnerbait, lo que fue todo un acierto ya que, tras tan sólo un par de lances en la puntera en la que me encontraba y cuando la spinnerbait estaba  a tan sólo unos metros de mis pies puede observar como una alargada sombra venía siguiéndolo desde una distancia prudencial, nadando a la misma velocidad de recogida y acelerando en el momento en el que el señuelo se acercaba a la orilla.
Lo que en un principio me había parecido un pequeño lapicero era tan sólo la cabeza de un enorme lucio que venía siguiendo a la spinnerbait y que, al poder observarlo tan de cerca, provocó en mi la reacción de sacar el señuelo del agua rápidamente. Sin duda algo había llamado la atención de ese enorme pez que, más que probablemente, rondaría los diez kilogramos de peso, pero algún detalle de la recogida no acabó de convencerlo para atacar. Siempre me quedará la duda de que habría ocurrido de haber efectuado una recogida más errática con paradas y cambios de velocidad o si, en vez de recoger más rápidamente, hubiese dejado que el señuelo cayese haciendo el helicóptero delante de sus fauces aunque en tal caso, y teniendo en cuenta que la línea iba directamente anudada al señuelo sin terminal alguno que la protegiese de la más que bien armada boca del lucio, seguramente allí se habría acabado la historia de esa spinnerbait pero eso, como otras muchas veces en las que tomamos una determinada decisión en detrimento de otras, nunca llegaremos a saberlo.
Tras repetir varias veces más por si el lucio decidía comerse esta vez nuestros señuelos decidimos que había llegado el momento de  avanzar un poco haciendo orilla y barriendo con la spinnerbait las posturas en las que el aire golpeaba sin descanso y en las que intuíamos podían esperarnos alguna que otra agradable sorpresa. Y no nos equivocábamos ya que, tan sólo unos metros después de comenzar a movernos, de nuevo un precioso bass quiso regalarme otra increíble arrancada con mi spinnerbait en la boca. En esta ocasión la picada fue algo más sutil pero la pelea igualmente intensa con un ejemplar que, si bien no tenia las formas y redondeces del anterior, tenía también un tamaño muy respetable y una fuerza y energía que me hicieron disfrutar de lo lindo. Sin duda la Keitech Custom estaba haciendo honor a su fama de killer y  me estaba haciendo pasar unos momentos increíblemente divertidos.
 
 
Los compañeros en esta ocasión también tuvieron oportunidad de estrenarse con algunos lucios que, al oscurecerse la tarde y comenzar a acercarse el final de la tarde, comenzaban a posicionarse dentro de las reculas para alimentarse con ganas durante los últimos compases del día y fue primero Mario y después David los que tuvieron varias picadas de un pequeño lapicero que, tras hacernos creer que podría tratarse de un bass por la forma en la que comía, consiguió finalmente cortar la línea de Mario y después de David.
 
Tras estos instantes David montó una spinnerbait, concretamente una jackall bross super eruption que, en poco tiempo, se ha convertido sin duda en una imprescindible de mi caja y una de mis spinnerbaits favoritas, y consiguió hacerse también, en una una larga playa que caía en uno de sus costados hacia aguas más profundas, con otro precioso y rechoncho ejemplar de bass que me hizo pensar en la excelente calidad y salud de los basses que nadan en las aguas del, por otro lado difícil y siempre exigente, embalse de Orellana en lo que a la pesca del bass se refiere.
 
Aunque la tarde estaba siendo bastante entretenida y se pasó volando, debibo a que los peces quisieron hacer acto de presencia y a que un sinfin de posturas querenciosas se sucedían unas a otras, llegaba el momento de volver al coche y, tras el paso de nuevo de las nubes y la vuelta a una pequeña calma, tras la revolución de los minutos anteriores, la superficie del agua tentaba a probar suerte, en esos últimos lances mágicos en los que todo pescador espera que el pez de sus sueños decida tomar su señuelo, con un señuelo adecuado para topwater. David decidió seguir con la spinnerbait y Mario y yo decidimos probar con el yamato en color negro y el yamato junior en color dorado respectivamente.
 
Los basses no parecía muy decididos a comer arriba, pero la insistencia y la constancia tienen su premio a menudo y fue Mario, instantes antes de llegar al coche, el que, con el ruidoso, zigzagueante y más que atrayente movimiento del yamato consiguió la picada de un bonito bass que, con una bonita y decidida picada, ponía el broce de una tarde primaveral que, aunque en principio hacía pensar que sólo un loco osaría a ponerse a hacer orilla con la posibilidad casi segura de tener que enfrentarse a un buen chaparrón y que, sin embargo, decidió primar nuestro arrojo con unas horas de ambiente cambiante y variable en las que pudimos disfrutar de un rato de pesca en excelente compañía y bonitas capturas, en definitiva, de todo lo que un pescador puede desear.
 
 
 
Espero que os haya gustado esta crónica que dedico, por supuesto, a los compañeros que hicieron posible pasar este rato tan bueno va para vosotros Mario y David.
 
 
Un saludo a todos y hasta la próxima crónica.
 
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