Una competición de lo más emocionante. Nuestra participación en la VI Soner Euro Nitro Cup

Ya han pasado algunos días desde que terminase la VI Soner Euro Nitro Cup y, por fin, las ideas y sensaciones que estos días tan intensos han dejado en mi pensamiento están más asentadas y ordenadas.
Vistas desde una cierta distancia y al fin desintoxicadas de la adrenalina y los nervios propios de los días de competición, aunque aún claras y vívidas, creo que es el momento perfecto para ser compartidas con todos aquellos compañeros que disfrutan con la competición, pero especialmente con aquellos que aún no han tenido oportunidad de vivirlo en directo, para que puedan sentir, en parte, las experiencias y emociones de uno de los 120 participantes de esta edición.
Aunque, como todo competidor sabe, la competición en sí misma comienza mucho antes de la fecha prefijada por la organización con los días de entrenamiento, los preparativos previos de equipos, señuelos, y embarcación y las charlas con el compañero para determinar como afrontar, en principio, cada una de las mangas, me remontaré al pasado sábado a las 4:30 de la madrugada cuando el despertador nos indicaba que llegaba el momento de la verdad y comenzaba la batalla.
Tras una noche en la que dormir se hizo verdaderamente difícil ante la inminencia del comienzo de la competición, y tener que recoger el barco, repostar combustible y proceder a la desinfección, por fin llegaba el momento de botarlo en el embalse, taciturno y silencioso en estos momentos y sólo iluminado tenuemente por las luces de posición de las embarcaciones de algunos de los compañeros.
En el ambiente un silencio tenso, interferido por las voces y los comentarios de todos los participantes que ya se afanaban en dar los últimos retoques a sus equipos, impacientes por oír el bocinazo de salida y romper la quietud del momento con el rugir de los motores para dirigirse al lugar en el que, cada cual, depositaba sus esperanzas y sus sueños de éxito.
En nuestro caso, tras disponer de pocas jornadas para entrenar y encontrarnos un embalse con un drástico descenso de nivel desde la última vez que surcamos sus aguas y después de hablar con Javier Nieto, mi compañero de fatigas, acerca de las conclusiones que cada cual había sacado de los días de pruebas, decidimos apostar por varias posturas y por un patrón que nos había dado, durantes esas jornadas, la oportunidad de conseguir pocas capturas pero de gran calidad.
En una competición de estas características hay que apostar fuerte y esperar que la suerte, tan caprichosa y esquiva a veces, decida no enseñarnos su peor cara en algunos lances y detalles, ya que es en ellos en los que se puede ganar o perder una competición.
Nuestra idea era clara, pescar bajo grandes bancos de alburnos en los que teníamos localizados peces de muy buen porte durante varias horas e intercambiar estas localizaciones con lugares dotados de grandes piedras y elevada pendiente donde habíamos localizado peces de gran tamaño durante las horas centrales de los días de entrenamiento, pero cuando hay 120 embarcaciones en el agua todo se complica…
Por fin van transcurriendo esos minutos previos, que se alargan como horas cuando uno está impaciente por comenzar a pescar, y arrancamos el motor para acercarnos poco a poco al barco de control, ya posicionado en las cercanías del estrechamiento natural formado por dos grandes rocas que sirve de punto de salida y, al fin, esas palabras tan deseadas, “número 88…, adelante y suerte”.
Los caballos del motor rugen y el aire helado que acompaña a las primeras luces de estas jornadas casi otoñales nos da de lleno en la cara como claro aviso de que estamos ya en plena competición y que disponemos de diez horas para intentar conseguir un cupo que nos permita salir en la segunda manga con algunas opciones….
Nos dirigimos al sitio elegido y, antes de llegar ya observamos que hay una embarcación situada en el sitio exacto donde teníamos localizados a los peces más grandes, justo encima del cauce central de una de las reculas del embalse en la que teníamos localizado un gran banco de alburno y decidimos internarnos aún más en la recula en una zona menos productiva, pero que también nos había dado algunas capturas.
Como primera opción, y puesto que en ella hay varias aglomeraciones de grandes rocas que rompen la homogeneidad de una orilla compuesta por tierra y pequeñas piedras sueltas, decidimos prospectar estas localizaciones con jigs y swimbaits blandos, por si algún bass estuviese cerca apostando a los bancos de alburno que entran y salen de la recula, pero tras varios lances sin resultado decidimos posicionar la embarcación para que uno de los dos trabaje estos puntos mientas el otro trabaja con el swimbait blando en el cauce central del arroyo.
Nada más posicionar el barco en el mismo la sonda comienza a mostrar peces suspendidos y pequeños bancos de alburno y, tras realizar un primer lance largo y dejar el señuelo profundizar, noto en mi caña una clara y contundente picada durante la caída a la que intento reaccionar rápidamente, pero el pez no ha retenido el señuelo en la boca y, a pesar de dejar el señuelo a esa profundidad y manejarlo a dientes de sierra la picada no se repite.
Seguimos trabajando con swimbaits blandos bajo los bancos de alburno y, tras varios toques imposibles de clavar, por fin una picada clara y contundente a la que reacciono con ganas y el primer pez se encuentra prendido del anzuelo, pero algo extraño sucede, ya que no se comporta como un bass, con sus aceleraciones y sus huidas hacia la superficie, más bien cabecea y se defiende con carreras cortas y explosivas. Unos instantes después un bonito barbo asomada en superficie, tocaba seguir intentándolo…
Este tipo de pesca es tan productiva como aburrida, ya que los basses en estas situaciones suelen tener pequeños periodos de actividad en los que, de estar posicionados en el lugar adecuado, puedes conseguir varias capturas seguidas de gran porte, y toca armarse de paciencia y aguantar, aunque esto siempre plantea dudas al tener que determinar el tiempo necesario a invertir en estas localizaciones, puesto que aguantar cinco minutos más pueden marcar la diferencia para hacer un gran pesaje, pero aguantar demasiado puede dejarte sin tiempo para reaccionar y probar otros patrones y señuelos, en caso de no funcionar. El eterno dilema…
Decidimos aguantar un rato más antes de movernos y, por fin, la paciencia tuvo sus frutos, ya que en un periodo de quince minutos conseguimos la captura de dos basses cercanos al quilo y medio, peces de muy buen tamaño para empezar a afrontar la manga de forma positiva, aunque este pequeño pico de actividad no duró demasiado y, con el sol ya brillando con fuerza en todo lo alto y el aire desapareciendo y dejando la superficie del agua totalmente parada llegaba el momento de probar en otro lugar.
En esta ocasión se trataba de una estructura sumergida con grandes rocas y situada en un lugar estratégico, ya que los alburnos suelen frecuentar esa zona y, con un punto máximo situado a 6 metros de profundidad, dispone de escalones de caída de casi tres metros en todos sus laterales. El señuelo elegido para ello, el keitech model II, como no podría ser de otra manera.
Tras posicionar el barco adecuadamente y notar en mi jig el comienzo del ascenso a la estructura una picada rápida y nerviosa se transmite como un calambre hasta mi brazo y, aunque intenté responder rápidamente, el bass ya no tenía el señuelo en la boca….
Tocaba probar de nuevo y, en esta ocasión, nada más saltar el punto más alto de la estructura, el bass toma el jig en una picada contundente y, tras comprobar que efectivamente el pez tiene el señuelo en la boca, clavo contundentemente y el pez comienza una carrera potente y una pelea sin tregua, adornada con dos saltos en los que los nervios y las ganas por tener al pez en la sacadera pueden jugar en nuestra contra, se necesita trabajar al pez adecuadamente, sin darle demasiadas concesiones ni forzarlo demasiado, algo muy fácil de decir, pero nada sencillo de cumplir cuando tienes un buen pez clavado y estas compitiendo.
Por fin está en la sacadera, es un pez de gran tamaño pero delgado, no obstante decidimos ir al pesaje intermedio para pesarlo, ya que con sus casi 1,9 kg es un pez más que bueno y, de este modo, nos aseguramos que no sufrirá en el vivero más de lo debido y tenemos la tranquilidad de deber presentar, tan sólo, cuatro peces más, a poder ser igual o mayores que este…. Pero antes de salir unos lances a los alrededores de esta estructura nos premian con otra captura, en esta ocasión un bass rondando el kg de peso que, si bien no supuso una gran captura, era nuestro cuarto pez quedando media manga por desarrollarse y, por tanto, con muchas opciones de poder ser cambiado y mejorado.
Pesado el bass, llegaba el momento de cambiar y, en esta ocasión tocaríamos una postura que estaba llena de peces tan sólo dos semanas atrás. Tras hora y media intentándolo y tan sólo una tímida picada imposible de realizar decidimos movernos de nuevo, las condiciones de la zona son óptimas, pero el ruido y turbulencias provocados por el continuo movimiento de embarcaciones no resultan nada agradables para los peces que, en estos momentos, eligen localizaciones más tranquilas o deciden colocarse suspendidos, alejados de estos lugares y bastante apáticos hasta que el entorno vuelve a la normalidad.
Se aproximaban las cuatro de la tarde y ambos coincidimos en tocar de nuevo lugares con grandes bancos de alburno. El lugar elegido otra recula distinta a aquella donde comenzamos la manga y en la que habíamos obtenido buenos resultados en los entrenamientos.
Al igual que en la anterior postura había transcurrido hora y media de intentos infructuosos, en nuestro primer lance, colocando el jig pegando a la orilla y, tras levantar la caña, unas picadas rápidas y nerviosas llegan hasta mi brazo y, tras la clavada, el pez comienza una bonita batalla que termina en la sacadera. Otro bonito pez de casi kilo y medio, un augurio más que bueno de que hay actividad en la zona.
Tras cambiar este pez por el más pequeño de los cuatro que teníamos en el vivero y varias capturas seguidas que, aunque daban la medida reglamentaria, no superaban el tamaño de los que ya teníamos, nos posicionamos de nuevo en el cauce del arroyo para localizar los bancos de alburno que suelen frecuentar la zona y tentar a los grandes basses que se colocan en sus alrededores con swimbaits blandos.
La sonda marcaba enormes bancos de alburno que se situaban ahora mucho más cerca de la superficie e incluso algunos depredadores situados bajo ellos y a sus lados, situación idónea para intentar realizar una buena captura. Sin embargo los peces estaban realmente reacios a morder y necesitamos, nuevamente, de una buena dosis de paciencia para permanecer en el sitio hasta que alguno decidiese que su momento de comer había llegado.
El señuelo elegido, uno de los mejores en su categoría, sin ninguna duda, el fat impact de keitech. Tan sólo tocaba armarse de paciencia y buen hacer…
Fue en uno de los muchos lances efectuados, a priori idéntico a los cientos de lances anteriores, en el que pude oir a mi compañero …¡¡ lo tengo Iván!!
Con la sacadera en la mano, observador de lujo de la dura pelea que estaba planteando y con los nervios a flor de piel, ya que parecía un buen ejemplar.
Por fin el pez nos deja ver su tamaño y no cabe duda de que es grande, con lo que a la primera oportunidad consigo meterlo en la sacadera y felicito a mi compañero con un abrazo. Era una pieza de casi 2,3 kg que nos hacía subir el peso hasta más de ocho kg, que tal y como estaban los peces era algo bastante difícil de conseguir, y nos permitía afrontar la segunda manga con todas las opciones abiertas y muchas ganas.
Pocos minutos después otro buen bass, quizás cercano a los dos kg, se soltaba en nuestras narices, en un acrobático salto, de mi señuelo y otro congénere escapaba del de de mi compañero en los primeros compases de la lucha y, aunque permanecimos en la zona durante una hora más, hasta que la proximidad de la manga nos obligó a regresar, los peces no quisieron darnos ni una sola oportunidad más.
Satisfechos con el trabajo echo el primer día y, tras comprobar que en la clasificación nos situábamos en el puesto número 12, pero muy cerca del top 5 y a menos de dos kg del primer clasificado nos encontrábamos en un lugar que, aunque mejorable, sin duda habríamos firmado antes de comenzar.
Llegaba ahora el momento más duro, recoger el barco, las cañas y dejarlo todo preparado y listo para el día siguiente, en el que otra vez nos tocaría madrugar de lo lindo para afrontar la segunda y definitiva jornada.
En un abrir y cerrar de ojos estaba sonando de nuevo la alarma y, esta vez si, me arrancó de un sueño bastante profundo, consecuencia de una jornada anterior larga e intensa.
De nuevo todo el ritual previo al inicio de la competición propiamente dicha, las conversaciones con los compañeros a pie de agua y volver a colocar todo para empezar la guerra, aunque esta vez con un juez asignado por la organización al haber quedado clasificado entre los quince primeros.
En esta ocasión nuestra idea era aún mas clara todavía, ir a por los más gordos para hacer un cupo por encima de los 9 kg, ya que los segundos días de competición siempre suelen ser más duros y los pesajes totales suelen ser más bajos, o morir en el intento…
Una apuesta a todo o nada que, sin duda alguna, merecía la pena.
La forma de pescar estaba clara, insistir bajo los bancos de peces pasto en cuyas proximidades “pastoreaban” grandes ejemplares de bass e intentar mantener la concentración y la paciencia necesarias para estar posicionados en el lugar indicado y el momento exacto en el que quieren comer.
Una vez posicionados en el sitio elegido y después de lanzar, sin suerte, durante bastante tiempo, al venir recogiendo en los alrededores de un enorme banco de alburno localizado previamente con la sonda noto un golpe sutil e inconfundible a mi señuelo.
Algo acababa de tomarlo y clavo sin pensar. El pez tiraba con fuerza y parecía realmente grande, pero tras una breve carrera parece haberse soltado, dando al traste con la esperanza de abrir nuestra cuenta con un buen ejemplar.
Al recoger pude comprobar que el nudo, quizás tocado de rozar algún elemento en un lance anterior, había cedido y el pez había escapado con el señuelo en la boca. No era un inicio precisamente alentador, pero tocaba tirar de paciencia y seguir en la pelea.
Casi una hora y media después y tras haber tenido entre mi compañero y yo bastantes picadas que no pudimos realizar, a pesar de realizar numerosos cambios en el ritmo y la presentación de nuestros señuelos, decidíamos cambiar de lugar cuando un pequeño alburno saltó despavorido en las cercanías de nuestra posición, indicando que estaba siendo perseguido por algún depredador.
Sin mucho tiempo que perder, pues en estas situaciones el tiempo de reacción es crucial, cogí una de mis cañas dotadas con un paseante con la inmensa fortuna del que el bass erró en su primer ataque al alburno y, casi instantáneamente, se le presentaba mi señuelo delante.
La reacción fue la esperada, una picada brutal y, tras clavarlo y la posterior lucha, por fin teníamos en el vivero un pez que pasaba el 1,5 kg de peso y que nos animaba a continuar después de tan mal comienzo.
Sin embargo la captura fue un mero espejismo, la actividad decayó y durante bastante tiempo, aguantamos sin recibir ni una sola picada o indicio de actividad. Era el momento de cambiar y darle su oportunidad al jig.
Volvimos a la estructura que el día anterior nos recompensó con un buen ejemplar. Al primer lance y tras prospectar con el jig cada palmo de la misma noté, tal cual ocurrió en la jornada anterior, una picada rápida y nerviosa.
El bass tomó y soltó el señuelo rápidamente y, para cuando realicé la clavada, el jig ya se encontraba fuera de la boca del animal. Al no haberse clavado mantenía la esperanza de que me diese una segunda oportunidad, pero este día las cosas eran diferentes y, a pesar de los intentos, esta no llegó…
Sin embargo Javi, que estaba trabajando los accesos a la estructura, por fin gritó ¡¡eh tú, llevo uno!!
El pez ofreció una bonita batalla acorde a su peso, también superior al kilo y medio, y supuso de nuevo una inyección de moral. Quedaban aún más de cuatro horas de manga y ya teníamos conseguidas dos capturas de muy buen porte.
Parecía bastante sencillo conseguir tres peces en cuatro horas, en una jornada cualquiera de pesca se consigue 9 de cada diez veces que lo intentas en Cijara, pero no bastaba con coger tres peces más, queríamos tres peces de talla igual o superior a los dos que ya teníamos y, para ello, optamos por volver a la recula que tan buenos resultados nos dio la tarde anterior.
Allí permanecimos durante más de dos horas y fueron momentos realmente duros, desde el punto de vista mental, al ver de nuevo como, una tras otra, las picadas se sucedían en nuestros swimbaits blandos, pero todas con el mismo resultado, la imposibilidad de pincharlos y capturarlos. Tal pareciese que estuviesen jugando con nosotros tocando la cola de nuestros señuelos para indicarnos que seguían allí pero no lograríamos engancharlos hiciésemos lo que hiciésemos.
La lógica dictaba que, al seguir teniendo picadas y saber que en esa zona había muchos peces gordos, en cualquier momento podríamos pinchas uno o dos ejemplares y, en tal caso, el panorama de la manga cambiaría radicalmente, pero a veces la lógica no sirve de nada cuando tratas con basses y, aunque aguantamos hasta el límite de lo razonable sin venirnos abajo, quedaba tan sólo una hora y cuarto para finalizar la manga y en nuestro vivero tan sólo había dos ejemplares.
Tocaba tomar una decisión, ya que tanto mi compañero como yo intuíamos que coger dos peces en un día en el que se muestran tan complicados, era de vital importancia y, por ello, cambiamos de técnica y de spot para tocar una zona de grandes piedras sueltas con acceso rápido a profundidad donde habíamos conseguido algunos peces buenos durante el entrenamiento.
Y en esta localización tampoco iban a ponérnoslo fácil, pero al final la insistencia tuvo su recompensa y, a tan sólo 20 minutos del final Javi clavó sin contemplaciones y conseguimos izar al barco un precioso bass de casi 1,7 kg.
Tan sólo dos o tres lances después y con la adrenalina aún en todo lo alto Javi tuvo otra clara picada, pero en esta ocasión el bass fue más listo y no consiguió clavarlo, tan sólo quedaban 10 minutos para el pesaje, no había tiempo para más, hasta el último momento tuvimos en las manos la posibilidad de haber presentado un buen peso, para una jornada tan difícil pero esto es pesca y, muchas veces, los peces te recuerdan cuanto te queda por aprender y mejorar.
Al final, tras pesar los tres peces, que dieron un peso total de casi cinco kg y con la sensación de haber trabajado y peleado bien esta competición, nos quedamos a la suma de puntos, tras la cual nos quedamos en un más que bueno puesto 14, y con magníficas sensaciones de una competición y un fin de semana apasionante en el que, hasta el final, tuvimos opciones y posibilidades.
Tras recoger los obsequios preparados para nuestra posición y, por supuesto, felicitar a los compañeros que quedaron por encima de nosotros, tocaba recoger y volver a casa a descansar.
Quizás el año que viene podamos volver a intentarlo y, en tal caso, sólo espero poder disfrutar y vivir una competición como esta.
Antes de despedirme quiero dedicar esta crónica a mi compañero, Javier Nieto, el que tiene que aguantarme encima del barco en cada competición y que hace que, por muy dura que se plantee la pesca, siempre acabemos con una sonrisa en la boca y la sensación de haber disfrutado de lo que más nos gusta con un buen amigo al lado.
Es un placer y un privilegio competir con un compañero como tú al lado.
Una última dedicatoria a todos los compañeros que compartieron charlas y anécdotas con nosotros durante estos dos días y que batallaron, como el que más, en esta competición tan dura y exigente tanto por la cantidad como por la calidad de los pescadores que allí se dan cita.
Os pido disculpas, como de costumbre, por la extensión de la crónica y tan sólo espero haber sido capaz de trasladaros, en parte, como se vive desde dentro una competición de estas características.
Un abrazo compañeros y, hasta la próxima crónica.
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