Cañas Jackall Europe Limited Edition – Prueba superada con creces.

Una de las cosas que la vida hace que nos mantengamos en vilo es el destino. ¡Dichoso destino…! Es bien cierta la famosa frase de nuestros antepasados: “El hombre propone y Dios dispone”.
El día en que te preparas para salir de pesca y hacer un buen reportaje fotográfico, es muy probable que los peces no den la cara, y te quedes con las ganas de sacar una sola instantánea valida. Sin embargo, el día que sales de casa con prisas, desaliñado y llegando tarde a una cita de pesca con un compañero… ¡Ay, amigo! Ese día, es el día en el que puedes pegar el campanazo.
Exactamente eso es lo que me ocurrió el pasado sábado, 16 de marzo. Desde hacía días, había quedado para hacer una salida con mi buen amigo Rubén Tarazona, que aparte de ser un gran pescador y una gran persona, tiene una habilidad a la hora de fotografiar cualquier cosa, que solo se puede explicar viendo sus fotos. La verdad, es que todas las fotos de peces saltarines y demás capturas que aparecen en la web de Fishing Import, del Facebook y algunas de la revista Federpesca, son suyas.
Como muchos de vosotros sabéis, hace unos días he estado presentando en varios puntos de la geografía española, la nueva serie de cañas que Seiji Kato ha diseñado en exclusiva para el mercado europeo. Hemos estado mostrando los prototipos de estas cañas, que a simple vista, nada tienen que envidiar a la antigua serie Poison Heritage, pero que van a salir al mercado a un precio verdaderamente competitivo.
Pero una cosa es verlas en fotografía, y otra, tenerlas en la mano, tal y como muchos de vosotros pudisteis conseguir. A partir de aquí, lo más importante, es poder probarlas en acción de pesca. Eso es lo que yo me propuse el sábado pasado, probar los prototipos en su verdadero ambiente… en el agua.
Días antes, Rubén me había dicho que se llevaría la cámara fotográfica, y si cogíamos algún “melón”, así tendríamos la oportunidad de poder conseguir algunas fotos para nuestro uso personal y comercial.
El viernes por la noche, estuve trabajando hasta tarde en el tema de los «depsweb members», y cuando me di cuenta, ya eran más de las doce, y no había preparado nada todavía. Salí de la oficina y me bajé al almacén a ponerles carrete a algunos modelos de los nuevos prototipos de Jackall. Con prisas, como siempre, este fue el equipo que preparé, basado en lo que había dejado abandonado después de mi última salida de pesca, allá en noviembre:
1.- Caña casting para swimbait (7’2” Heavy – Max 4 oz. – Carrete con monofilamento Famell Super Soft 20 lbs.)
2.-Caña casting para crankbait (6’11” Medium – 1/4oz-1oz – Carrete con monofilamento Addict Nylon 14 lbs.)
3.- Caña casting para Texas (6’6” Medium Heavy – 1/4oz-1oz – Carrete con fluorocarbono Addict Fluoro 12 lbs.)
4.- Caña casting equivalente a la Master Stroke (6’10” Medium – 3/16oz.-3/4oz. – Carrete con fluorocarbono Addict Fluoro de 14 lbs.)
5.- Caña casting para pitching y flipping, equivalente a la Rushburn (7’3” Heavy – 3/8oz-1 1/4oz) – Como que iba a pescar con un jig de 3/8 oz. no me preocupó ponerle un carrete con Baitcast Fluoro de 12 lbs.)
6.- Caña spinning equivalente a la Power Inch Wacky (6’8” Light – 1/32oz-3/16oz – Carrete con trenzado SW Super PE + bajo de línea Spinning Fluoro de 6 lbs.)
7.- Caña spinning equivalente a la Power Finesse Competition (6’7” Medium Light – 1/16oz-3/8oz. – Carrete con Addict Fluoro 8 lbs.)
Con siete cañas y para la época en que estamos, creí más que suficiente, y el tiempo ya apremiaba, puesto que era ya más de la una de la madrugada.
Solo quedaba ya ir a descansar un poco.
Entre el viaje de la presentación de las cañas, mi empresa, mi trabajo habitual y el tema de los “depsweb members”, llevaba bastantes días que dormía muy poco. Es más, la noche anterior ni siquiera me había acostado… Toda esta acumulación de cansancio y poco dormir, tarde o temprano tenían que presentar sus consecuencias, como así fue.
Tengo por costumbre, cuando madrugo para ir a pescar, antes de emprender viaje a Mequinenza, me levanto con tiempo suficiente para darme una buena ducha y afeitarme, así me parece que emprendo viaje más fresco y el cansancio no aparece tan pronto. Pero… el cúmulo de circunstancias expuesto anteriormente hizo que todo saliera al revés.
Transcurrió bastante tiempo desde que un ruido bastante molesto y que parecía que tuviera su procedencia del lugar más alejado de la Tierra me hizo comprender que era el despertador que estaba sonando. Cuando empecé a asimilar que justamente era eso lo que sucedía, mi mujer fue la encargada de bajarme del séptimo cielo y mostrarme la cruda realidad. Paré aquel ruido ensordecedor y… llegó el típico error que algunas veces cometemos, cuando pensé: “Bah… cinco minutos más”
Cuando volví a abrir los ojos…. “¡¡Caguen la….. ya me he dormido!!”.
A partir de ahí, a correr.
Salí de casa como un poseso, puesto que no me gusta llegar tarde a ningún sitio, y menos a una cita de pesca con un amigo.
Ni ducha, ni afeitado, ni café con leche, ni comprobar meticulosamente que no se me olvidase nada… Solo correr y correr.
Metí los bártulos en el coche, las cañas, el termo de café y el bocadillo que mi mujer me había preparado la noche anterior y salí a hacer la “pole position”.
Salí tan disparado, que por el camino tuve que llamar a Rubén, para explicarle lo que me había pasado, y que sobre todo, que llevara agua, puesto que a mí se me había olvidado coger la que tenía preparada en la nevera.
Corre hasta Caspe, prepara la embarcación, pasa por la gasolinera a llenar el depósito  y sal zumbando hasta el Mas de la Punta, que coincidía con el primer social de la temporada del Caspe Bass. No quería, por nada del mundo, molestar echando el barco entre medio de los participantes, pero las circunstancias que allí nos encontramos, me obligaron justamente a eso, a “molestar”.
Para colmo, casi todos con los que me crucé, incluido Rubén, me decían: “¿Qué te pasa? ¿Haces cara de estar muy cansado? ¿Estás muy desmejorado? ¿Te ocurre algo?…
¡No había empezado nada bien el día!
Una vez salimos al embalse, apareció el típico y recíproco: ¿A dónde vamos?
Estuvimos probando algunos sitios a los que les teníamos fe por estas fechas, pero el agua estaba bastante tomada y muy fría todavía. Fuimos desplazándonos en dirección a la presa, para intentar encontrar aguas algo más claras y más cálidas, alejándonos de la cola del embalse, por donde hace ya bastante tiempo, que no para de entrar una cantidad enorme de agua tomada y fría.
Mientras íbamos probando aquí y allá, también estuvimos probando los prototipos de las nuevas cañas Jackall. Rubén no las había visto aún y estuvimos comentando sus características y las mejoras que Kato San ha introducido en ellas. Quizás quede mal que lo diga yo, o bien pueda parecer que intento publicitarlas, pero la verdad es que son una maravilla, y no es “amor de madre”.
En un momento determinado, mientras Rubén estaba haciendo unos lances bastante largos, para pescar toda la orilla en paralelo, con un jerkbait duro, yo cogí la caña del jig, la de 7’3” Heavy, para hacer un poco de pitching en la densa cobertura que tenía delante, que tenía una profundidad estimada alrededor de los dos metros.
Llevaba montado un jig de O.S.P., concretamente un  Zero One Rubber Jig de 3/8 oz., en color F03-Black/Brown, al que le había acoplado un Zelus Craw, debidamente recortado, color Green Pumpkin Red.
Como he comentado anteriormente, llevaba una línea de Baitcast Fluoro de 12 lbs., suficiente para mí en esta época. El conjunto me gustaba y me resultaba muy funcional. La longitud de la caña me otorgaba larga distancia y precisión en el lance, pero con el mínimo esfuerzo.
Eso mismo es lo que le estaba comentando a Rubén, cuando… un golpe monumental sacudió mi muñeca. Al instante, vi que la línea corría alejándose de la vegetación, por lo que imprimí un fuerte cachete a la caña.
¡Ahí empezó la odisea!
El primero en hablar fue Rubén… esta es la primera conversación que tuvimos:
R: ¡He visto la clavada! ¡Perfecta, marcando los tiempos!
J.A.: Sí, pero… ¡esto no es un black bass!
R: No te fíes, que el bass en esta época, como que no está todavía demasiado activo, se comporta diferente.
J.A.: Lo que tu digas, pero… esto es un siluro. Lo que me ha hecho es de siluro, no de bass.
R: Bueno, pero por si acaso, estate atento.
J.A.: Voy a estar atento, pero esto es un siluro, y… ¡Creo que es muy grande!
R: ¿Cómo de grande? ¿No le has notado los cabezazos?
J.A.: Por eso te digo que es muy grande, porque ni siquiera ha cabeceado y mira… me está vaciando el carrete. No puedo forzarlo, porque llevo solo 12 lbs. ¿No querías un  melón? ¡Pues ahí lo tienes! Aunque no sea un bass, voy a ver hasta dónde llega la caña y el Baitcast Fluoro.
R: ¿De cuanto es? ¿De 30 Kg.?
J.A.: Más grande
R: ¿De 35?
J.A.: Más grande
R: Pues… como mucho, será de 40 Kg.
J.A.: Llevo muchos años pescando el bass. Por suerte o por desgracia, me han picado bastantes siluros, pero como este… ¡Ninguno! Tiene que pesar más de 40 Kg.
R: ¡Bien! Estos bichos engañan. Los de 40 Kg. parecen de mucho más, y luego…
J.A.: Voy a ver si tengo narices a hacerlo subir y luego hablamos. Mientras no le veamos, ninguna conjetura sirve.

En un principio, el siluro tomó dirección contraria a la orilla, pero cuando se dio cuenta de que tenía más defensa entre la vegetación sumergida, se dio la vuelta y empezó a dirigirse de nuevo a su lugar de origen. Con ayuda del motor eléctrico, de la caña, de la línea y de mis brazos, lo fui arrastrando poco a poco a aguas abiertas.

Conseguí llevarlo al centro del embalse, y una vez ahí, me propuse comprobar hasta dónde éramos capaces de llegar, el siluro, el equipo y yo.
Empezó una lucha sin cuartel. El siluro hacia abajo… sin un solo cabezazo, y yo hacia arriba, buscando el límite de la caña y del fluorocarbono.
Rubén, varias veces me gritó alarmado: “Vas a romper la caña. Desde ahí no lo ves, pero desde aquí creo que estás al límite de la rotura”. La verdad es que desde mi perspectiva se veía una curva brutal en el blank.
La línea aguantaba… yo también tenía mucho cuidado en no forzar demasiado. La caña se estaba comportando como una campeona. Solo había una cosa que estaba empezando a resentirse: mis brazos.
Cada vez que conseguía recuperar dos metros de línea el condenado se me iba tres o cuatro para abajo. Varias veces pensé en que no podría hacerme con él. La primera fue cuando vi que empezó a tirar como un tractor con la reductora puesta y casi me vació el carrete.
Vuelta a la pelea. Yo para arriba, con la caña al límite. Él para abajo.
Rubén me daba muchos ánimos, diciéndome cosas como esta: “Una vez, me picó uno parecido a este, y en el minuto 43 de lucha, se me partió la caña”… ¡Muchas gracias!, Cab… amigo. O como esta: “Yo creo que ya no lo sacas, está muy abajo”… Gracias, muchas gracias, con amigos así… Menuda confianza tienes en mi.
La batalla fue interminable para los tres. Para el siluro, porque por mucho que ponía de su parte, no conseguía zafarse del jig, de la línea o de mi. Para mi, porque los brazos empezaban ya a resentirse, y sobre todo, la muñeca. Para Rubén, porque había venido a ver cómo y dónde estaban los basses y les estaba dando un día de muermo.
Llevábamos ya casi tres cuartos de hora de lucha. Todo seguía igual. Ninguno quería dar el brazo a torcer, aunque los míos estaban ya molidos. Al principio, Rubén mucho “jiji” y “jaja” y venga fotos con la caña curvada. Luego, ya estaba hasta las narices. Como que estábamos en medio del embalse, sacó su bocadillo y pensó… al menos, que uno de los dos no pase hambre. Una vez terminado el bocata, tuvo tiempo de probar los seis prototipos de cañas que estaban libres en la plataforma de la barca. Mientras tanto, me seguía dando ánimos… con su estilo.
Por más que intentaba subir al siluro, no podía. Estábamos en una zona con una profundidad de 37 mts. y calculamos, por la línea que le faltaba al carrete, que el siluro estaba sobre los 30 mts.  Ya no tiraba, se había quedado quieto, ahí, en las profundidades, esperando a ver si yo me rendía. Yo no tenía intención de hacerlo. Intenté empezar a subirlo… Imposible, no se movía. Era como si estuviese enganchado en una roca. Mis brazos ya no daban para más. Cinco minutos más, con el siluro inmóvil y yo tan solo aguantándolo, manteniendo la tensión máxima de la línea y de la caña. Vuelta a intentarlo…. ¡Nada! ¡Qué no! ¡Qué no puedo con él, no puedo subirlo! Al final, Rubén tendría razón… no iba a romper la caña, pero no íbamos a ver al siluro, puesto que no era capaz ni de recuperar diez centímetros de línea.
Cinco minutos más, manteniendo la tensión al máximo. Los brazos muertos. Mi muñeca dolorida y muy atrofiada. El siluro seguía inmóvil.
Vuelta a probar, y… ¡Ostras! ¡Lo he subido casi un palmo! ¡Vamos otra vez! ¡¡Otro palmo!!
Despacio, de palmo en palmo, parecía que el siluro empezaba a mostrar síntomas de debilidad. Se me hizo interminable, pero… ¡Lo estaba subiendo! Cada siete u ocho metros que lo subía, notaba que volvía a empezar a tirar para abajo, pero ya ni siquiera me sacaba un metro de línea del carrete.
Después de una hora y veinticinco minutos de lucha… ¡¡Por fin!! Le vimos asomar la cabeza por entre las aguas tomadas del embalse. El siluro ya estaba vencido, y yo… muerto.
Nos pusimos los guantes, lo izamos sin tocar la moqueta, para que no me la dejase pringada de babas y ahí empezó otra odisea. Rubén quiso hacer fotos mientras yo mantenía izado al siluro. ¿Cómo iba a izar al siluro si tenía los brazos destrozados?
Lo que estuvimos conversando posteriormente, lo vamos a dejar como secreto entre compañeros de embarcación. Jejejejejeje.
Estuvimos haciendo fotos, en el lugar de la captura, y posteriormente dentro de un rincón. ¿No sé que me cansó más? ¿Si sacar el “bigotón” o mantenerlo en pose fotográfica durante no sé cuánto tiempo?
Tengo que reconocer que no soy admirador de los siluros, al contrario, pero poder izar éste, me dio una gran satisfacción. No por mi, puesto que lo de pescar un siluro no va con mi filosofía o con mis gustos de pesca. Tampoco por Rubén, puesto que le fastidié el día, ya que él quería ver si podía localizar basses para la competición del próximo fin de semana.
Si quedé tan y tan satisfecho con esta captura es por dos motivos muy importantes para mi:
– Por las líneas Yamatoyo. Ya sabía que eran de calidad, y la prueba es que desde que conozco esta marca, no uso otra, pero nunca podía imaginar, que con una línea de tan solo 12 lbs., sería capaz de dominar a un bicho de semejantes dimensiones. Por lo tanto… “Un 10 para Yamatoyo”
– Porque Kato San se ha lucido con las nuevas cañas. Puede que no sean tan estéticas como la serie Poison Heritage, pero en lo que no nos ha engañado es en la calidad del blank. Esa caña se comportó como una campeona. Observad de nuevo las fotos. ¡Es una Heavy! Mirad  la curvatura que tiene. ¿Qué en algunas fotos está al límite de la rotura? No lo sé, pero la caña está en mi casa, en perfectas condiciones. Por lo tanto… “También un 10 para Seiji Kato”, por poner a nuestra disposición estos “cañones” a un precio de risa.
Mención especial para el Zero One Rubber Jig de O.S.P. + Zelus Craw de Pitch & Strike (Kensin Chiba). Un tándem demoledor, en este caso para un siluro, pero para el bass… sin comentarios.
Tan solo dos apuntes más:
– El siluro en cuestión: Entre 2,05 mts, y 2,10 mts., con un peso aproximado, por no tener la herramienta adecuada, de 60 Kg.
– No suelo ser demasiado benevolente con los siluros que capturo, pero en este caso, debido a todas las sensaciones, alegrías y miedos que consiguió causarme, creí conveniente adjudicarle el indulto.
Hasta la próxima.
Un saludo a todos.
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